Fueron necesarios siete mil millones de años luz para llegar hasta nosotros: un agujero negro de masa sin precedentes, resultado de la fusión de dos agujeros negros ha sido observado directamente por primera vez gracias a las ondas gravitacionales, un gran descubrimiento para la comprensión dell universo.
“Es una puerta que se abre a un nuevo paisaje cósmico. ¡Todo un mundo nuevo!», son palabras del científico Stavros Katsanevas, director de EGO, laboratorio de la antena de ondas gravitacionales Virgo, uno de los dos detectores de ondas gravitacionales que recogen las señales de este nuevo agujero negro.
Un objeto misterioso
Esta es la primera prueba directa de la existencia de agujeros negros de masa intermedia (entre 100 y 100.000 veces más masivos que el Sol), lo que podría explicar uno de los enigmas de la cosmología: la formación de agujeros negros supermasivos, estos monstruos cósmicos acechan en el corazón de ciertas galaxias, incluida la Vía Láctea.
El misterioso objeto, descrito en Physical Review Letters y Astrophysical Journal Letters por un equipo internacional de más de 1.500 científicos, se llama GW190521. Lo más probable es que sea el resultado de la fusión de dos agujeros negros, tiene 142 veces la masa del sol y forma el agujero negro más masivo jamás detectado por ondas gravitacionales (de lo contrario, se detectan supermasivos, miles de millones de veces más grandes).
Las ondas gravitacionales, predichas por Albert Einstein en 1915 en su teoría de la relatividad general y observadas directamente un siglo después, son pequeñas deformaciones del espacio-tiempo, similares a ondas de agua en la superficie de un estanque. Nacen bajo el efecto de fenómenos cósmicos violentos, como la colisión de dos agujeros negros que emiten una cantidad descomunal de energía. La onda gravitacional de GW190521 tardó siete mil millones de años en llegar hasta nosotros: es el agujero negro más distante y, por lo tanto, el más antiguo jamás descubierto.