A través de la dieta, los niños muy pequeños están expuestos a ciertos químicos.

¿Qué contienen los alimentos de nuestros hijos? La Agencia Nacional de Seguridad Alimentaria, Alimentación, Medio Ambiente y Trabajo (ANSES) se interesó en este tema. El 28 de noviembre publicó los datos de su estudio sobre la alimentación infantil que comenzó en 2010.

¿El objetivo? Enumerar las concentraciones de 670 sustancias en los alimentos para niños menores de tres años. Los resultados han sido positivos, ANSES asegura que el 90% de las sustancias evaluadas están libres de riesgo de contaminación.


16 sustancias a seguir

La Agencia de Seguridad Sanitaria, sin embargo, puntualiza que algunas sustancias encontradas son realmente tóxicas. De hecho, "un número significativo de niños tiene una exposición más alta que los valores de referencia toxicológicos".

En detalle, nueve sustancias requieren una vigilancia particular. "Estas son sustancias para las que un número significativo de niños tienen una exposición mayor que los valores toxicológicos de referencia (arsénico inorgánico, plomo, níquel, PCDD/F, PCB, micotoxinas T-2 y HT-2, acrilamida, deoxynivalenol y sus derivados y furano)" explica ANSES.

No se puede descartar el riesgo de otras siete sustancias, como el aluminio, el cobalto, el estroncio, el metilmercurio, el selenio, el cadmio y la genisteína entre los consumidores de soja.

No hay diversificación de alimentos antes de los 6 meses.

Además, ANSES enfatiza "es importante comprender mejor el origen de la presencia de sustancias químicas en los alimentos". Recomienda "el establecimiento o fortalecimiento de medidas de gestión para limitar los niveles de exposición" para las dieciséis sustancias del estudio.

Finalmente, en su encuesta, ANSES recomienda esperar hasta la edad de seis meses para comenzar la diversificación de la dieta. De hecho, las leches maternas e infantiles están menos contaminadas que la dieta convencional.

Según un estudio de la ONG Générations Futures publicado en septiembre, seis de cada diez residuos de pesticidas encontrados en productos de consumo son disruptores endocrinos.